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Fiestas Populares de El Hierro
Las fiestas de la isla de El Hierro se han sustentado principalmente sobre tres acontecimientos fundamentales: la función religiosa y la procesión de las imágenes acompañadas de bailarines; los actos de esparcimiento cultural y deportivo -entre los que juega un papel muy destacado la lucha canaria- y el baile, antes en los casinos y ahora en plazas y lugares públicos abiertos.
La fiesta principal es la Bajada de la Virgen de los Reyes que se celebra cada cuatro años. A través de un recorrido de más de 26 kilómetros de caminos por las cumbres de la isla, esta procesión lleva la imagen de la Virgen de los Reyes desde su ermita hasta la \liIla de Valverde, acompañada por bailarines con gorros multicolores, chácaras y su clásico atuendo blanco y rojo; así como tambores, pitos y la práctica totalidad de la población de la isla, a la que se suman miles de visitantes más de dispares procedencias.
La fiesta de La Cruz, en El Pinar, la de Los Pastores, en la Dehesa, la de San Simón, en Sabinosa y las de La Peña y la Caridad encierran un especial atractivo, mezcla de religiosidad y tradición.


Bajada de la Virgen de los Reyes
-Fecha: Primer sábado de julio
-Duración: Un mes
-Periodicidad: Cuatrienal (cada 4 años)
-Tipo: Religioso, Deportivo, Lúdico y Cultural
-Lugar: Toda la isla
La fiesta más importante de todas se celebra cada cuatro años, a principios del mes de julio, y es la Bajada de la Virgen de los Reyes. En esta procesión se lleva la imagen de la Virgen de los Reyes desde su ermita hasta la villa de Valverde, acompañada por bailarines con gorros multicolores, chácaras y su clásico atuendo blanco y rojo; así como tambores, pitos y la práctica totalidad de la población de la isla, a la que se añaden unos cuantos miles de visitantes de las más dispares procedencias. Esta fiesta dura prácticamente un mes, durante el que en todos los pueblos se baila y se festeja hasta la saciedad.
Origen
“Allá en la noche del sábado cinco de enero de mil quinientos cuarenta y seis, serían las nueve, la lluvia pertinaz y el intenso frío de aquella noche lóbrega y triste, más solitaria y triste al encontrarse en las costas de la Dehesa de esta Isla del Hierro. Las inclemencias del tiempo habían recluido en una cueva de las cercanías de Lomo Bermejo a casi todos los pastores que, devotamente, hallábanse rezando el Santo Rosario.
Aquellas sencillas gentes, entre gozo y gozo, (y cada vez uno de los moradores de la cueva) asomándose por si oír podían, ora el azorado valido de una res, ora el grito lastimero de algún retrasado compañero, que pidiera auxilio; al tocarle el turno a uno de ellos que por Bartolomé Morales respondía, sorprendiose, al ver el firmamento iluminado de extraños resplandores proyectados por refulgentes reflectores que rasgaban la intensa oscuridad de la noche.
Dada por aquel la voz de alerta, todos quedaron pasmados ante tamaño fenómeno. Al amanecer del seis, la tormenta había cesado y con sorpresa vieron que en el próximo puerto de Orchillas se hallaba anclado un velero; Jamás aquel puerto, que en época no muy lejana había sido meridiano del mundo, era visitado por un bajel de tal porte. Sólo de vez en cuando, algún barco argelino había dejado ver los albornoces de sus tripulantes, ladrones crueles que apoderarse de los ganados que en aquellas cercanías apacentaban descuidados, dispersaban a sus tranquilos y atemorizados dueños; pero de aquel barco, sólo un pequeño bote tripulado por dos marinos y mandado por un anciano de luenga barba, que parecía llevar la honradez legendaria en todo su aspecto, se destacó a bordo; y poco después, atracaba a los acantilados peñascos de la playa. Confiados todos los pastores acudieron presurosos por si aquellos prójimos necesitar pudieran sus servicios; aquel anciano de luenga barba que dijo ser el capitán de aquel navío, les narra la tormenta pasada, en la que había tenido que tirar al agua casi todo, incluso parte de los víveres, para salvar las vidas. En cambio de agua y algunas vituallas para poder proseguir su viaje a Cuba recién conquistada, ofrecioles una Imagen que a bordo conducía.
Los pastores ante aquella oferta, adornada con pretendidos milagros relatados por el capitán; después de tratar con aquel el precio de la venta de dicha imagen, entregáronle en cambio agua, carne, queso, lana; y tras ocho días de esa densa calma que casi siempre sigue a las tormentas y, que allí retuvo al bajel, alejose el barco. En poder de los pastores queda para ellos la Sagrada Imagen. Describir el alborozo de aquellos honrados campesinos, es imposible; llenos de júbilo condúcenla al “Caracol”, y en una cueva que entre otras, allí había, y que desde entonces es conocida